En Venecia, el tiempo no sólo se mide con relojes: se lee en el cielo, en los reflejos de las estrellas y en los relojes de sol tallados en las fachadas de los edificios.
Paseando por la Plaza de San Marcos, levantar la nariz hacia arriba significa descubrir antiguas historias talladas en piedra. Entre ellas, el ciclo de los doce meses, visible en los arcos de la Basílica de San Marcos, es un ejemplo extraordinario de cómo la astronomía y el arte se unen para narrar el paso de las estaciones.
Estos detalles, a menudo ignorados, eran fundamentales para los venecianos: el cielo era su brújula y las estrellas su mapa. Los relojes de sol no sólo indicaban la hora, sino que eran valiosas herramientas para los marineros, señalando también las mareas, tan importantes para una ciudad lagunar.
Otra curiosidad se refiere al portal de la basílica: aquí, entre las decoraciones, hay una representación del cielo con constelaciones de las tradiciones occidental, oriental y de Oriente Próximo. Este detalle, oculto a los ojos más distraídos, era una forma de dar la bienvenida a los viajeros de todos los rincones del mundo, ofreciéndoles algo familiar.
Explorar Venecia con la nariz vuelta hacia arriba significa redescubrir estos pequeños tesoros, que hablan de una ciudad donde el tiempo y el espacio se entrelazan de formas únicas, convirtiendo cada esquina en un viaje al pasado.